“No comprendo las emociones de las personas que me rodean, ni sus ironías, sus metáforas o sus juegos. Casi siempre me siento como un antropólogo en Marte”. Esta es una frase que pronunció Temple Grandin para referirse a cómo se sentía ella ante las interacciones sociales, en una entrevista que le hizo Oliver Sacks, un neurólogo, científico y escritor, que posteriormente editó el libro con el mismo título Un antropólogo en Marte: Siete cuentos paradójicos (1955).
Si, por un lado, tenemos en cuenta que un antropólogo se encarga de analizar al ser humano y de estudiar las distintas expresiones culturales y lingüísticas de los diferentes grupos sociales y, por otra parte, que Marte es un planeta en el que, hasta la fecha, aún no se ha encontrado evidencia definitiva que confirme la existencia presente o pasada de vida en él, rápidamente podemos hacernos la idea de la sensación de asombro y desconcierto que despiertan las interacciones sociales en nuestra colaboradora. Esta semana nos acompaña, de nuevo, Temple Grandin, quien nos echa un cable con sus siempre clarificadores testimonios y nos ayudará a situarnos en la piel de alguien que, a pesar de sus altas capacidades intelectuales y lingüísticas y que incluso imparte conferencias a nivel internacional, ha experimentado (y sigue haciéndolo) muchas dificultades en las relaciones interpersonales.
La semana pasada analizábamos la interferencia que ocasiona el déficit de las habilidades pragmáticas en la interacción social y esta semana lo complementaremos con las dificultades que pueden experimentar para el reconocimiento de emociones, tanto propias como ajenas (lo que técnicamente se denomina alexitimia). La interrelación de estas particularidades emocionales y cognitivas de una mente con autismo repercuten en el proceso que les permite integrar la información social y darle sentido, uno de sus puntos débiles.
En su libro, Pensar con imágenes, nos explica a través de esta anécdota cómo empezó a entender sus diferencias en cuanto a la comprensión socioemocional:
“Muchas personas con autismo son aficionadas a la serie Star Trek. Yo lo he sido desde que empezó a emitirse…influyó enormemente en mi manera de pensar. Yo me identificaba mucho con el lógico doctor Spock, puesto que sintonizaba por completo con su manera de pensar. Recuerdo perfectamente un viejo episodio porque reflejaba un conflicto entre la lógica y las emociones de una manera que pude entender. Un monstruo intentaba destrozar la lanzadera con piedras y un miembro de la tripulación había muerto. El lógico señor Spock quería despegar y huir antes de que el monstruo destruyera la nave, pero los demás miembros de la tripulación se negaban a marcharse sin recuperar antes el cadáver del compañero muerto. Para Spock no tenía sentido rescatar un cadáver cuando estaban haciendo añicos la lanzadera. Sin embargo, impulsados por el sentimiento de afecto, los demás recuperaban a su colega para poder ofrecerle un funeral decente. Puede parecer simplista, pero este episodio me ayudó a entender finalmente de qué manera yo era distinta. Estaba de acuerdo con el doctor Spock, pero aprendí que los sentimientos a menudo se superponen al pensamiento lógico, aun cuando eso suponga tomar decisiones peligrosas.”
Generalmente, las personas con TEA son personas que funcionan bien con las reglas y patrones estables y acostumbran a tener un pensamiento lógico. Necesitan las reglas para poner orden en el caos, pero en el mundo de las relaciones sociales es muy difícil conseguirlo, porque no todas las relaciones sociales son iguales sino todo lo contrario y, además, están llenas de excepciones y cambios. Para más inri, están envueltas de un código social “oculto” de gestos y expresiones faciales que pueden llegar a ser muy sutiles, pero que aportan mucha información no explícita, aunque sí muy relevante para la situación. Lo que está claro es que habitualmente les cuesta inferir de forma rápida y adecuada en los estados mentales y emocionales de los demás y, por tanto, tienen dificultades para comprender y anticipar su conducta y, consecuentemente, adaptar la suya propia a las diferentes situaciones.
“Necesito ayuda para entender la conducta social regida por sentimientos complejos y no por la lógica…Yo no sé interpretar las claves emocionales sutiles. He tenido que aprender por ensayo y error lo que significan ciertos gestos y expresiones faciales…”.
Por otra parte, también pueden tener dificultades para identificar sus propias emociones y canalizarlas adecuadamente, lo que puede dar lugar a reacciones desajustadas a la situación y a la consiguiente incomprensión por parte de su interlocutor.
“Mis emociones son más sencillas que las de la mayoría de las personas. No sé qué es una emoción compleja en una relación humana. Sólo entiendo las sencillas como el miedo, la ira, la felicidad y la tristeza…Hasta hace unos dos o tres años no me percaté de que no experimento toda la gama de emociones… Las relaciones afectivas complejas escapan a mi comprensión… Mis acciones están regidas por el intelecto y por esto he tenido roces con algunos miembros de la familia, porque no he sabido interpretar claves emocionales sutiles. Mi cabeza siempre puede separar las dos cosas. Incluso cuando estoy muy disgustada, sigo repasando los hechos una y otra vez hasta que llego a una conclusión lógica”.
¿Cómo podemos contribuir nosotros para facilitar este proceso de comprensión y expresión socioemocional?
La clave está en el entrenamiento, en proporcionar estrategias que les ayuden a descifrar el código socioemocional oculto y les proporcione mayor seguridad en las relaciones. Aquí van algunas sugerencias, aunque no es una tarea sencilla y requiere dedicación y empeño:
- Por nuestra parte, debemos procurar expresarles nuestras emociones con claridad. Ser suficientemente expresivos y verbalizarlas de forma explícita. ¡No olvidemos que siempre debemos ser un buen ejemplo!
- Investigar juntos en el mundo de las emociones y ayudarles a identificarlas. Tanto las propias como reconocer las de los demás (por ejemplo, con la ayuda de un Emocionario), entender la finalidad de cada una y los comportamientos asociados. Es muy importante generalizar los aprendizajes a contextos naturales y no quedarse sólo con el trabajo “de despacho”.
- Proporcionarle herramientas para valorar el grado de intensidad de la emoción que siente; por ejemplo, con los termómetros emocionales, así como estrategias de autorregulación y afrontamiento: «¿qué puedo hacer si…?».
- Es importante facilitar el éxito en la interacción social y reforzar siempre sus esfuerzos y progresos.
Y terminamos con las palabras de Temple Grandin, que siempre aportan claridad y un rayo de esperanza, ya que reafirma la hipótesis de que, con el entrenamiento adecuado, se puede mejorar: “Aprender a interactuar socialmente me fue mucho más difícil que resolver un problema de ingeniería… Tuve que aprender intelectualmente cómo debía comportarme en todas las interacciones y con la experiencia me fui volviendo más hábil. Las personas con autismo necesitan desesperadamente guías que los instruyan y eduquen para poder sobrevivir en la selva social”.
*Los artículos de la sección “El autismo desde dentro” están escritos por Cati Palmer, profesional de valoración y orientación y de Esment Tea.