Cati acaba de cumplir los 50. No los aparenta pero el DNI no miente. Lleva más de 2 décadas en Amadip.Esment. Durante todos estos años ha hecho (casi) de todo: ha recibido e impartido formación, trabaja en la lavandería, orienta a monitoras, escribe en un blog de y para mujeres, ayuda a gestionar el programa Cap-Haces (un proyecto que une capacidades con necesidades de personas)… Ha decidido aplicarse la máxima de «renovarse o morir» y se acaba de embarcar en un nuevo proyecto: dar apoyo, en una de las rutas de transporte, a un grupo de personas con movilidad reducida y discapacidad visual.
Cada mañana, a las 7.30 h., ella y el conductor, Jesús, recogen a 5 o 6 personas y las llevan a Weyler. Cati comienza su jornada laboral en la lavandería a las 9 y a las 16.30 h. vuelve a estar a punto para acompañar a sus compañeros de vuelta a casa. «Me encanta», dice. «Me gusta ser la primera persona de Amadip.Esment que hace esta tarea con mis compañeros», sentencia. Y no hay más que añadir. Una nueva experiencia que replantea, una vez más, dónde están los límites de la discapacidad.